Catedral de la cerveza
La cuna del estilo de baja fermentación más famoso del planeta. Cerveza pilsen, estilo pilsen, pilsen lager, etcétera era algo fácil de encontrar hace unos años en las latas de cerveza patria. Por temas de regulación, dejó de ser legal poner cerveza pilsen en una cerveza hecha en la meseta central española, pero el espíritu de la cerveza fácil de beber y de color dorado perdura hoy en día.
Dentro de la cuna de este estilo, hay una cerveza que destaca, que monopoliza prácticamente el concepto pilsen: Pilsner Urquell. Este artículo no pretende ni mucho menos ser un publireportaje de la marca, pero deberemos pararnos y comentar la visita a su fábrica, ya que es uno de los hitos cerveceros que todo buen amante de esta bebida debería ver por lo menos una vez en la vida. Pero antes, centrémonos un poco en la ciudad.
Pilsen es una ciudad grande dentro de la República Checa, pese a tener poco más de 150.000 habitantes. Los tamaños en este país son relativos, y Pilsen no es excepción. Las ciudades checas suelen ser pintorescas, y pese a su nomenclatura parecen más pueblos grandes que otra cosa. Allí encontramos la Catedral de San Bartolomé, cuya torre es visitable por un módico precio (un euro, aproximadamente). Es recomendable visitarla, ya que pese a tener que subir muchas escaleras, con algunos tramos realmente empinados, las vistas bien lo valen.
¿Spa cervecero? ¡Por supuesto!
A partir de aquí, toca empezar a hablar de cerveza. Primero, de una manera un tanto sui generis. Hace un tiempo que están apareciendo, sobre todo en redes sociales y páginas de curiosidades, artículos sobre los baños en cerveza. Como buenos “periodistas”, fuimos a documentarnos en persona participando de una de estas relajantes actividades. La que elegimos fue un combinado de baño en cerveza de 20 minutos, masaje de espalda y cuello de media hora y estancia en zona de relax 20 minutos más. En total una actividad de 70 minutos.
El lugar elegido fue un hotel cervecería, de nombre Purkmistr, a unos 2 km del centro de Pilsen. El combo “Beer Relaxation” (hay varios, desde baños en chocolate hasta terapias con arcilla) , nos costó 1.150 coronas, unos 40 euros. Creemos firmemente que el valor que nos ofreció el pack estuvo bastante por encima de lo pagado, así que salimos tremendamente satisfechos.
La cosa funciona de la siguiente manera: primero de todo, nos desnudamos (nada de bañador) y nos tapamos con una sábana. Nos llenan la bañera de mosto de cerveza (sin alcohol), cáscara de malta de cebada y pellets de lúpulo. De mientras, tendremos que firmar un contrato por el cual nos comprometemos a tener una actitud civilizada (nada de tirar la caña a la masajista, ni gritar, ni cantar, etcétera) o nos tocará pagar una buena multa.
Una vez efectuado el trámite, nos invitan a entrar a la sala con la bañera de madera ya llena. El baño huele exactamente igual que una sesión de homebrewing. Se nos da una jarra, que podemos llenar ilimitadamente durante los veinte minutos de baño con la cerveza elaborada ahí, una genial pilsner con un 4% de alcohol aproximadamente.
Terminado el baño, nos atenderá un o una (en nuestro caso era mujer) fisioterapeuta, que se encargará de darnos el masaje. En teoría lo hacen con el “paciente” absolutamente desnudo, aunque dan la opción de taparse si resulta incómodo. El masaje fue excelente, muy relajante, con un final algo más “duro” cuando se intentaron ablandar algunas contracturas.
En la sala de relajación final, nos ofrecen más cerveza. Hay que ir con cuidado si vamos en coche, ya que el límite de alcohol en sangre en la República Checa es cero. Terminamos muy contentos y con muy buen sabor de boca. Literal y figurado.
El museo de la cerveza de Pilsen
La segunda actividad cervecera que recomendamos es la visita al museo de la cerveza. Se encuentra en el centro de Pilsen (no hagáis como nosotros, que fuimos a la fábrica de Urquell…) y se ve en 40-45 minutos si no nos entretenemos mucho. Allí podemos ver recreaciones de malterías, de salas de cocción e incluso de fábricas de hace más de un siglo.
Se incluyen también objetos como jarras, cuadros o maquetas. Podemos elegir pagar por una audioguía, o tomar la guía en papel, que es gratis. Al final de la visita, tenemos una jarra pequeña (de 0.3 cl.) de Pilsner Urquell directa de fábrica en el bar del museo. La visita cuesta unos diez euros y se compra directamente en la web del museo de la cerveza de Plzen.
Pivovar Prazdroj: Puro amor a la cerveza
Finalmente, la guinda del pastel. Una visita a Pilsen no está completa sin el tour por la fábrica de Pilsner Urquell. Es una visita de dos horas que cuesta 15€. Es una buena inversión, ya que podremos acceder a lugares con mucha magia, y además con guía (podemos elegir entre multitud de idiomas.)
Lo primero que haremos, será entrar a la recepción, donde nos contarán la historia de la fábrica y nos darán algunos números. Acto seguido, tomaremos el autobús y nos dirigiremos a la nueva planta de embotellado, que es gigantesca (uno no lo imagina hasta que está allí.)
Tras montar en el ascensor más grande de la República Checa, pasearemos por una serie de pasarelas con paneles transparentes de metacrilato. De esta manera, podremos ver toda la línea de embotellado y enlatado. Las dimensiones de las instalaciones son titánicas, y podremos ver a escasos metros desde el lavado de botellas hasta la máquina de llenar latas, todo supervisado por un montón de operarios que se distribuyen en varios puntos de control de calidad y operaciones. Podremos tomar fotos, grabar vídeos, o preguntar lo que queramos.
Una vez terminada la visita a esta planta, iremos a la fábrica. Allí nos explicarán todo el proceso, desde la selección de maltas (que podremos tocar y probar) hasta como hacen la cerveza, explicándonos (muy por encima, eso sí) desde la procedencia del agua hasta la triple decocción que se efectúa a cada lote de Pilsner Urquell. Pasearemos por el medio de la vieja fábrica, y veremos la maquinaria de la nueva. Con suerte, estarán cocinando y toda la planta olerá a malta. Es por estos momentos que bien vale la pena pagar una visita a este lugar.
Para terminar la visita (estoy intentando resumir mucho), nos adentraremos en las profundidades de la fábrica, en el subsuelo usado para hacer la guarda. Una auténtica mina, con sus 14 km. de galerías, sus ramificaciones y sus vías. Nos contarán su historia y cómo hace muchos años refrigeraban todo el sistema de pasillos con pozos de hielo, que era lanzado a través de huecos desde la superfície. También anécdotas, algunas graciosas sobre cómo llamaban a ciertas zonas alejadas del subsuelo, y otras más oscuras, referentes a la baja esperanza de vida media de los trabajadores en aquella época y aquel lugar.
Tras todo esto, vendrá el gran momento, en el que podremos beber 25 cl. de Pilsner Urquell servida directamente desde una enorme bota de madera, tal como se hacía durante su fundación. Misma levadura, mismo proceso, mismo sistema de lagering. La cerveza es muy distinta a la que se encuentra normalmente, aunque sea sin filtrar. Es mucho más seca, un poco áspera y con carácter de madera, algo muy extraño en una lager. También se le notan menos los lúpulos nobles. Vale mucho la pena probarla.
Terminada la visita a la fábrica, nosotros nos fuimos a su restaurante (también el más grande de la República Checa), donde sirven Pilsner Urquell (como no) de tanque, más fresca imposible. El precio es muy bueno, y en la planta superior del restaurante hay la tienda con merchandise a precio no turístico (por ejemplo, jarras macizas de medio litro a unos dos euros.)
Turismo cervecero en la República Checa: un “must”
Con esta última visita, damos por cerrada nuestra ruta cervecera por la República Checa. La parte exclusivamente cervecera la podemos hacer en un par o tres de días, si vamos a Budweis solamente de paso. Creednos cuando decimos que este país, denostado por muchos geeks cerveceros (“¿a quién le interesa un país donde sólo hacen lagers?”) es el país en el que más hemos disfrutado de la cerveza, tras haber visitado otros países también con mucha tradición.
Algunos de nosotros hicimos en su día juicios de valor –negativos- sobre las lager checas, basados en suposiciones y en haber bebido a lo sumo Urquell en botella verde. No caigáis en nuestro error: bebed lager en Praga, en Budweis, en Pilsen o en cualquier otro lugar de la República Checa. Bebed en muchos lugares, bebed de distintas marcas. Seguro que echaréis de menos, y mucho, una buena jarra de excelente lager a poco más de un euro cuando volváis acá.
Na Zdraví!
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